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ISSN 1989-4163

NUMERO 129 - ENERO 2022

 

Destino Roma

Francisco Gómez

Estoy convencido que el azar camina entre nosotros. Su paso es invisible, imprevisible, inquietante. Cada día creo más que gobernamos menos variables de nuestra propia vida. En este tiempo oscuro de la peste lo compruebo con mayor nitidez. Ni nuestra propia salud, ni las personas que se cruzarán y formarán parte indispensable de nuestra travesía. Los momentos más afortunados y los menos vienen cuando menos lo esperamos. La habilidad estriba quizás y sin quizás en saber reconocerlos, disfrutar el momento con máxima intensidad o aguantar la posición y resistir cuando el viento abate con furia el barco vacilante de nuestro timón.

Hace ya casi un lustro, tuve la fortuna de viajar a una de las ciudades que más ansiaba conocer. Roma. Tanto tiempo esperando, deseando, anhelando conocerte. En compañía de mi queridísimo amigo Vicente Castaño, poeta, viajero como uno de tantos caminos por la piel de las Españas, Francia, Portugal, Italia y él Israel. Tenía tantas ganas de recorrer con mis zapatillas las piazzas, las avenidas, las calles de esta ciudad, cuna de las civilizaciones que más admiro y he estudiado. Sede del cristiano mundo con gentes que acuden de todos los continentes, de todas las culturas, de todas las civilizaciones y costumbres. Con sus adoquines imposibles para andar con tacones, sus calles silenciosas y misteriosas, casi amenazantes cuando la nocturnidad visita sus rincones. Sus monumentos, sus iglesias, sus basílicas, sus fuentes, sus plazas, sus esculturas que respiran historia, arte, arquitectura. Sus bolsas de basura transparente que dejan ver nuestra miseria aunque me explicaron el motivo y lo entendí tristemente bien, en estos tiempos cobardes, amenazantes, medrosos...

Era uno de mis pequeños sueños: visitar, recorrer, caminar la Ciudad Eterna y no me decepcionó para nada. Me enamoré de ella para siempre y prometí que alguna nueva vez tendría que regresar acompañado de una mujer y disfrutarla, vivirla, sentirla con ella. Lancé la moneda, de espaldas a la Fontana di Trevi, como dice la tradición, a la espera que este deseo se cumpla. ¿Posible, imposible...? El tiempo dirá.

Recordaba aquella película: Vacaciones en Roma, la princesa que quería vivir. Una película de comedia romántica estadounidense de 1953, dirigida por Willian Wyler y la actuación de Gregory Peck y Audrey Hepburn. No olvido las escenas cuando el periodista recorre Roma con la princesa a bordo de su vespa y surca los escenarios que uno visitó y se han quedado en su corazón para siempre. Es una realista historia de una noble europea, la princesa Ana de un país no identificado que, intentando escapar de sus responsabilidades diplomáticas, pasa una noche y un día en la ciudad eterna de los emperadores y papas, tras escapar de la supervisión del personal de protocolo. Este film se convertiría en la primera cinta de Hepburn y catapultó su carrera cinematográfica. La película fue propuesta como candidata a siete premios de la Academia de los que obtuvo tres; mejor actriz para Audrey, mejor diseño de vestuario para una película en blanco y negro para Edith Head y otro para Dalton Trum por el mejor argumento. Originarimante, Trumbo no recibió créditos en el fime debido a que se encontraba en la “lista negra de Hollywood” por acusaciones de tener simpatía por el Partido Comunista de los Estados Unidos. Póstumamente se le restituiría en los créditos de la película y su premio Óscar. A buenas horas. Rodada en los estudios de Cinecittà y en los alrededores de Roma durante la llamada época de “Hollywood en el Tíber”.  

La película se proyectó en el 14º Festival Internacional de Cine de Venecia dentro de la programación oficial. En 1999, “Roman Holiday” fue seleccionada por la Biblioteca del Congreso de EEUU para su conservación en el National Film Registry por ser “cultural, histórica y sistemáticamente significativa” y se encuentra entre las 100 mejores historias de amor del cine estadounidense. 

Todo esto viene a cuento con lo que contábamos a principios. El azar juega con sus dados inescrutables. El otro día esperaba en la calle del Ángel (otra vez los ángeles que revolotean sobre mi cabeza y corazón, otra vez) y un par de jóvenes adolescentes se acercaron donde estaba a la espera de mis amigos para ir a la presentación en Orihuela, ya un poco mi pueblo también, del nuevo libro de artículos del amigo escritor Javier Puig “La vida es lo díficil” (40 aproximaciones biográficas), publicado por Celesta.  

Vinieron hacia uno, como digo y me ofrecieron papeletas. La memoria voló otra vez, llamadme nostálgico, no importa, al tiempo cuando era como ellos y vendía papeletas para costear el viaje de fin de curso y les daba la vara a mi familia, amigos y al final fui casa por casa, tras su venta, cuando las puertas aún se abrían y no se desconfiaba de quién estaba detrás de la mirilla. Acercó la mirada a los papeles y un sobresalto me atravesó. ¡No podía ser... pero era! ¡Un sorteo de un viaje a Roma durante cinco días con avión y hotel en régimen de media pensión para dos personas, sin incluir tasas! 

¿El destino me regalaba una visita inesperada...? Un misterio inexplicable sobrevuela sobre la cabeza y el corazón y acudí a la llamada. 

No lo pensé más y compré algunas. Roma y ella esperan. Nos espera

 

 

 


 

 

Roma

 

 

 

 

 
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